Etapas

La trayectoria artística de Mauricio Gaitán está marcada por tres etapas claramente diferenciadas:


Primera Etapa: Pintura Romántica y claroscuro
Marcada en sus paisajes por la influencia del romanticismo pictórico (1820-1850) y de algunos de sus representantes como John Constable o  W. Turner. Abundan los paisajes sombríos, los cielos grises y los paisaje frondosos. Se alternan temas de la edad media (castillos en ruinas) con paisajes costumbristas.

Véase este primer cuadro de John Constable (El maizal, 1826)  y los tres  óleos siguientes  de Gaitán.  



 

Tanto en sus bodegones como en sus flores predomina la técnica del claroscuro. Los bodegones son austeros, con abundancia de cobres  que captan la fuente de luz. Sus rosas, sobre fondo oscuro, son pequeñas, comparadas con etapas posteriores, compartiendo protagonismo con el verde de las hojas.
Esta etapa coincide con su primera exposición individual en la Galería Daisy (año 1986) y también está presente en parte de la obra que componen su segunda exposición (Galería Toisón, 1989).












Segunda Etapa: Impresionista en sus paisajes, barroca en sus bodegones
En esta etapa predomina la luz en toda su obra. Los paisajes son más impresionistas (amapolas, almendros en flor), con marinas llenas de luz y aguas tranquilas, sin abandonar la temática costumbrista.



Los bodegones  son más barrocos. Se alternan los cobres, con la cerámica y el cristal. Las uvas se mezclan con melocotones, manzanas, sandías...  Sus rosas y flores se vuelven más luminosas y grandes. Etapa representada en parte de la obra que forma su segunda exposición (Toisón, 1989)


Tercera Etapa: Realista en sus paisajes e impresionista en sus bodegones y flores
Marcada en sus paisajes por la pintura realista y por su admiración a Joaquín Sorolla. Abundan los paisajes de dunas y mar con figuras, muy al estilo de las escenas paisajísticas mediterráneas de Sorolla. Los colores son más vivos con el uso del violeta. Sus cuadros costumbristas adquieren aquí su más alta cota con representaciones de escenas castellanas y andaluzas.

                        
Los bodegones se tornan impresionistas. Son más ricos en colores, predominando el azul claro de los manteles, de sus porcelanas o del cielo del fondo. Esta nueva interpretación de la naturaleza le da a veces  un carácter antinatural, más creativo e idealista. Las frutas dejan de ser las protagonistas para dar paso a jarrones, botellas, vajillas de porcelanas. Sus rosas son más imaginativas al pintarlas excesivamente grandes y con pinceladas más libres.  Esta etapa está plenamente presente en su tercera exposición del año 1990 en la Galeria iris.